Tripartitura sináptica
Observo a los medios con su ensalada de tergiversaciones en una maraña de (des)información apelando cada uno a los golpes más bajos para justificar sus posturas. Ficciones que se tejen en marcos que se pretenden fácticos a puntada de loco, apuñalando en su tejido compulsivo, sin detenerse ni por un instante a pensar la sustancia de lo que están tejiendo. La velocidad es la reina de la ceguera y cuando ya sin aliento, en la pausa, se percibe lo trazado se sienten víctimas de su propio abuso. Luego, puntos de fuga previsibles que lo único que generan es un distanciamiento, un triste y metódico distanciamiento.
Eso persiguen? Eso generan. Las sospechas de lo que no quisiéramos sospechar. Esta historia ya estaba contada de antemano. La noticia brota y se engrandece en un período estacionario con algún propósíto siniestro y se juega con artillería pesada, armas impensables como tales, quizás sabiendo que respiran el último aliento de una carrera obscena. ¿Son capaces? Sí, son capaces. El testimonio quedará oculto y seguramente morirá en la voz del "chacal".
Estaba leyendo nuevamente "La imagen intolerable" de Jacques Rancière , y me vino de vuelta a la memoria ese cuento corto tan maravillosamente narrado de Úrsula K. Le Guin, "Los que abandonan Omelas", que salta a la superficie en momentos que no podría llamar maravillosos.
"...escucha estos consejos como si te los diera una moldura, pues aunque la experiencia sea una enfermedad que ofrece tan poco peligro de contagio, no debes exponerte a que te influencie ni tan siquiera tu propia sombra".
El espantapájaros. 14. Oliverio Girondo
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