Brevarios


Lo que vemos cuando miramos
Para los que sólo creen en lo que ven.
Foto:René Maltête




















Era otoño, por la tarde iba caminando por una avenida con enormes y añosos árboles enfilados en la vereda. Se iban desprendiendo las hojas naranjas y amarillas mientras caminaba. De pronto, a lo lejos, pude notar una secuencia de hojas que se desprendián de un árbol cual bandada de pájaros. Me quedé fascinada ante semejante espectáculo. Las hojas parecían haberse puesto de acuerdo para desprenderse y caer al suelo impulsadas por el viento que había coreografíado la caida por entremedio de otras hojas - evidentemente más normales - que parecían desentendidas de cualquier trayectoria preconcebida.
Me fui acercando en el andar a aquel árbol. Ya de cerca pude percibir que aquellas hojas que se habían desprendido de esa forma particular no eran hojas, sino que eran realmente pájaros.
Dos cosas vinieron a mi mente en ese instante, una, que debería visitar al oftalmólogo; la otra, que a veces esas percepciones erróneas pueden resultar mucho más atractivas que las supuestamente reales.
Seguí caminando, pensando que quizás la magia del mundo no está del todo en las cosas sino que ciertamente se encuentra en la manera en que las observamos. En el fondo esos pájaros unos metros antes de alcanzar a percibirlos como tales habían sido hojas que se desprendían de manera coreografiada. Podía asegurarlo ya que yo lo había visto con mis propios ojos. Quizás en el fondo no estaba equivocada, quizás la caida coreografíada las había transformado en una bandada de pájaros. En un esfuerzo colectivo las hojas al soltarse del árbol de la manera precisa se habían metamorfoseado en aves.
En mi memoria quedarán aquellas hojas que caían en bandada aquella tarde de otoño. Quizás el próximo otoño vuelva a pasar para poder ver en más detalle la transformación.





Libros que me han encontrado
      He llegado a pensar en la existencia de una mafia de duendes que retira los libros que busco  de los estantes de las librerías y bibliotecas, para volver a colocarlos en su sitio cuando salgo o desisto de la búsqueda.
      Más tarde, esta misma mafia sería la encargada de entregárselo a algún amigo o completo desconocido que me cruzaré un día cualquiera, que pudo acceder a alguno de los libros nunca hallados de una forma completamente natural, en la librería de la vuelta de su casa o en la biblioteca del barrio, o incluso que se lo ha encontrado tirado en la vereda.
      Finalmente, y con el paso de los años he llegado a aceptar, que esos libros llegan a mis manos en momentos precisos, definidos y definitivos, que de ningún modo deberían llegar antes o después del momento exacto en que se produce el encuentro, que por causa de la dilación queda marcado, envuelto  en una especie de manto de misterio que lo enlaza de algún modo a aquellos otros libros que han sido buscados  hasta  el hartazgo,  para que  el día menos pensado  sean ellos los que nos encuentren.
      Gracias a ello es que existe una nueva categorización de ordenamiento de libros, no por autor, ni temática, ni orden alfabético, sino que estos libros tienen un orden cronológico y un leitmotiv  que los agrupa “Libros que me han encontrado”.
 
Mediatización mediática
No voy a  hablar del vidrio espejado de tus lentes oscuros que me separan de tu mirada y te permiten acercarte a la mía de una forma quizás más minuciosa y detallada, pero  que finalmente resulta distante y unidireccional, sino que  será  de la particular aproximación – distanciamiento del medio, un día raro como cualquier otro, o pantallas que pretenden acercar y terminan  distanciando.
El año pasado fui a ver a Liliana Felipe al Konex,  que daría un recital en el marco de una exposición gastronómica.   Por cuestiones de transporte público,  cuando llegué ya había comenzado la función, y aún teniendo gente adentro de la sala que me esperaba reservando el lugar y  la entrada, no me dejaron  pasar.  La razón era  que en la planta baja  habían habilitado una pantalla gigante para ver el mismo show  que estaba dándose dentro de la sala. Por lo que, aún habiendo ido al sitio y reservado entrada tuve que ver el show a través de una pantalla. Más allá de lo anecdótico del asunto, ya que se escuchaba y veía bastante bien y la pantalla no me impidió el descostillarme de la risa, lo  que sucedió a la salida fue todavía más paradójico.
Una vez que me encontré con las chicas, que sí pudieron ver  el show en la sala, decidimos ir a cenar a un bar, que quedaba a unas pocas cuadras.  donde en ocasiones,   realizan shows musicales.
Resultó ser  que estaba programado que tocara una banda, pero por problemas de sonoridad  y acústica, habiendo recibido quejas de algún vecino ese mismo día, la banda  que se encontraba allí, “no iba a poder” tocar en vivo dentro del local, por lo cual, habían resuelto que tocarían en una sala acustizada y aislada debidamente, que se hallaba como mucho a dos casas de por medio,  para ser filmados allí, al tiempo que se proyectarían en vivo dentro  del local. 
 Lo que en un Mega - recital en donde las distancias ameritan pantallas , el dispositivo resulta necesario y apreciable, pero en los dos casos que tuve la no grata sorpresa de presenciar no lo ameritaban en lo absoluto, ya que en la sala del Konex había espacio  vacío más que suficiente para los que habíamos quedado afuera, y en el bar,  que yo sepa se siguen realizando recitales.
El gusto amargo de la tecnología, de cómo una solución termina volviéndose un problema para los encuentros  presenciales, artísticos y culturales.


La herradura de la suerte
Se cuenta de Niels Bohr, premio Nobel de física, que tenía una herradura colgada en la puerta. En una ocasión, un joven físico le preguntó con indignación si creía que aquella herradura le traería buena suerte.
—No, no, por supuesto que no —respondió Bohr—, pero me han dicho que funciona aunque no creas en ella.


yomisma@

Un día hace más de 5 años recibí un mail de alguien que decía ser yo misma hablándome desde el futuro. La dirección de correo era yomisma@ y no recuerdo que empresa. Lo primero que sospeché era que fuese una publicidad, pero el mensaje no contenía nada que remitiese a una marca. Tampoco era un reenviado, lo cual hubiese supuesto que era una cadena de mails realizada por alguien más. Me causó mucha intriga el hecho de que fuera escrito por mi misma desde el futuro, y en todo caso era una idea original de transmitir un mensaje. Así que le contesté preguntándole, quién era realmente la persona que me había enviado ese mail, para decirle que me había resultado muy original. Pero no obtuve respuesta. Lo cual aumentó mis sospechas de que quizás, en el fondo, podría  ser yo enviándome un mensaje  desde el futuro, pero que yo, desde ese presente no podía responder el mensaje hacia el futuro, más aún no sabiendo exactamente desde qué futuro era que me había escrito. 

Imprimí el mensaje para guardarlo, pero con el tiempo, tras mudanzas, perdí el original y se borró de mi vieja casilla de poca capacidad de memoria. 

Siempre quise saber quién me había mandado ese mensaje,  ya que todavía me queda la sospecha de la posibilidad de haber sido yo, en un futuro que todavía no ha llegado pero que sin embargo quizás llegue algún día. Un futuro en el que podamos reenviarnos mensajes a nuestro propio pasado. El mensaje era por cierto muy breve y decía lo siguiente:

“Soy yo misma escribiendo desde el futuro para decir que no te preocupes tanto y que disfrutes más de cada momento de la vida”.

Yo por lo pronto y aún no habiendo podido dilucidar quién me envió el mail, cuando ando muy preocupada por cualquier asunto, me acuerdo del mensaje que hace ya tiempo me envió alguien que dice ser yo misma  desde un futuro y me hago un poquito caso. No vaya a ser cosa que en un futuro me encuentre escribiéndome y ya no haya podido disfrutar más cada momento de la vida.



Orígenes
Padre es ese hombre que al volver de operar en el hospital trae un suero vacío para llenarlo con agua y colgarlo en el patio para que los colibríes lo usen de bebedero.  Y luego sentencia; la única forma de egoísmo aceptable es la de querer que los otros estén mejor para estar mejor uno.


De la bidimensionalidad a la tetradimensión
"Ustedes saben, falta el pueblo" Paul Klee


" Un punto no podría percibir la línea más que como tiempo, la trayectoria del punto, el punto en movimiento en una dirección que no está contenida dentro de él, es la línea.
  Una línea no podría percibir la superficie, más que como tiempo, la trayectoria de la línea, la línea en movimiento en una dirección que no está contenida dentro de ella es el plano.
 Una superficie o plano , no podría percibir la tridimensionalidad, la trayectoria de la superficie en movimiento en una dirección que no está contenida dentro de ella, es la tridimensionalidad.
  Un objeto tridimensional no podría percibir la tetradimensión, la trayectoria del cuerpo en movimiento en una dirección que no está contenida dentro de él, es la tetradimensión."

P.D.Oupensky.Del libro Tetrium Organum.1911.

Quizás seamos simplemente un dibujo en el aire, como la trayectoria que dibuja nuestro cuerpo en movimiento en una fotografía tomada a baja velocidad. y aunque ahí en la foto, nos vemos como un trazo, en ese caso decimos que es un efecto o defecto del mecanismo, nada más. Sin embargo, en otros casos la fotografía es tomada como huella de la realidad, le creemos al sector  y a la manera que nos resulta comprensible y negamos lo otro. Cuando miro, lo que veo es lo que mido. La verdad está en relación con el concepto de realidad y será aquella que se encuentre en sintonía con el paradigma vigente.
Los paradigmas también están historicamente anclados. Lo que nos dice la física cuántica es que: la realidad de algo sólo llega a ser real, se materializa, en el acto de medir/ observar, hasta tanto eso no ocurre, esa realidad no existe.


Dibujos desde la cuarta dimensión del tiempo.

 “Maga, vamos componiendo una figura absurda, dibujamos con nuestros movimientos una figura idéntica a la que dibujan las moscas cuando vuelan en una pieza, de aquí para allá, bruscamente dan media vuelta, de allá para aquí, eso es lo que se llama movimiento brownoideo, ¿ahora entendés?, un ángulo recto, una línea que sube, de aquí para allá, del fondo al frente, hacia arriba, hacia abajo, espasmódicamente, frenando en seco y arrancando en el mismo instante en otra dirección, y todo eso va tejiendo un dibujo, una figura, algo inexistente como vos y como yo, como los dos puntos perdidos en París que van de aquí para allá, de allá para aquí, haciendo su dibujo, danzando para nadie, ni siquiera para ellos mismos, una interminable figura sin sentido.”
De Rayuela. Julio Cortázar, cáp.34.





Contingencia simbólica o  el capricho de los dioses
Dicen que un Dios orgulloso, un día descendió a la tierra, sobre el territorio de la India, vio que los terráqueos adoraban a las vacas, y que no había ninguna figura que lo representara a él en ese lugar de la tierra. Con resentimiento se acercó personificado en anciano a un niño descalzo, que observaba fascinado, un ritual por el nacimiento de un becerro.
Le preguntó al niño hindú:
- En qué te gustaría reencarnar en tu próxima vida?
El niño respondió:
- Me gustaría ser una vaca.
- ¿Una vaca? ¿Estas seguro?
- Sí, las vacas son sagradas, deambulan en libertad,  son adoradas por todos, brindan su leche y nutren a la humanidad, además son muy resistentes a las condiciones de sequía y son fuertes.
Y el Dios orgulloso le cumplió el deseo al niño hindú que reencarnó en vaca pero nació en la Argentina.


***
  El misterio de la carrera de la curiosa tortuga punk que no corre,
  nomás navega...

Nomás palabras
Quizás de a poco esto cambie. Últimamente mis palabras no esperan, salen desnudas, exhibicionistas, no hay manera de frenarlas, de vestirlas, de entablar un diálogo previo. Ya superaron el límite de la paciencia, antes que yo misma. Ya no quieren esperar a que vengan desde afuera a ofrecerle un lugarcito de expresión, ni quieren escuchar la misma canción modificada de formas bastardas.
Se rebelaron, y yo, que las conozco demasiado, sé que pueden ser filosas como  un bisturí .Vestirlas quizás separa ese filo, pero en el fondo comparto su impaciencia y aunque, no sea la manera más ordenada ni la  forma más adecuada, no me dejan opción.
Ellas están cansadas de esperar. Yo sé cuánto esperaron. Yo sé que algunas murieron en el intento de salir. A veces, me pregunto a qué se debe esta regulación insensata, este pudor del exhibicionismo de las palabras desnudas. Quizás sea una madre demasiado cuidadosa, y no quiera que salvajes palabras salgan a combatir si no están armadas lo suficientemente.  De  a poco, voy asumiendo que ellas están bastante mejor provistas de lo que imagino, pero provocan debates interminables, y es ahí que se empujan, se agolpan, relinchan, se amotinan, van directo a la yugular de quien las silencia. La impaciencia desata tormentas, pero en el fondo, quizás no sea más que un mar incontenible, quizás ya murieron demasiadas en la impotencia y la injusticia las colme al punto de desesperación. No hay forma de moldearlas, brotan de a montones, se multiplican, no esperan una línea de continuidad, saben predecir, y no quieren que les repitan más lecciones caducas.

Diría, no se preocupe por mi carrera, preocúpese por su felicidad, y si no puede, preocúpese por la felicidad de los que lo rodean, eso ayuda a alcanzarla. Al menos podrán ser espejos para mostrarle como alcanzar la propia felicidad. Por cierto, no vaya a buscarla tan lejos, la propia felicidad se encuentra cerca y es totalmente accesible. Aunque si se preocupa demasiado por la carrera de los demás quizás no le quede tiempo para darse cuenta.


***

Hay palabras que hacen cirugías estéticas y hay palabras que hacen transplantes de corazón. Claro, también hay palabras que lavan el cerebro, entre tantas otras más, por cierto…



Un cuento: Encuentros extraños


Había quedado una charla pendiente, pero te fuiste. Es así. No pensamos que no iba a ser posible volver a vernos. Solamente era por una cuestión de borrachera la postergación, no era el marco indicado para esa charla. Además, la noche ya se había ido y nosotros teníamos que volver a nuestras casas. Yo me iría de vacaciones con mi novio al día siguiente.
Te encontré transmutado trece años más tarde, no eras vos, pero sí, claro que eras. No cabían dudas. Sí, tu nombre era otro, vivías en otra ciudad  (yo también), y te dedicabas a algo que posiblemente te hubieses dedicado, aunque en aquel entonces no lo habías decidido todavía. La voz era la misma en el tono y la cadencia, tus gestos idénticos, tu contextura física, tus ideas,  tu estar, tu andar, tu mirada. Todo eso no dejaba sospechas, aunque ciertamente yo te había visto en la tumba, blanco, tan blanco.
Y me miraste como me mirabas, con esa distancia y cercanía tan tuya. Aunque hablamos de cualquier otra cosa, de temas que venían al contexto y circunstancia, de ese encuentro grupal, hablábamos dos idiomas y en simultáneo. Las palabras que resonaban en el aire nada tenían que ver con aquella otra conversación que llenaba el espacio anulando los movimientos contextuales. El resto no lo notaba, ya que ellos estaban interesados en la línea explícita del diálogo.
Yo estaba demasiado sorprendida, uno no tiene ese tipo de encuentros frecuentemente. Es totalmente extraño que suceda. En mi caso, no me había pasado. Eso que tengo un imán para que me sucedan cosas extrañas. Ni yo me lo creía. Y debo confesar que por momentos, todavía hoy, cuando la razón y coherencia se paran, cual muralla, sigo pensando que es completamente absurdo.Trato de encontrarle una vuelta razonable. Llegué a pensar que quizás tu situación de aquel entonces, te había llevado a darte por muerto, cambiar de nombre, de edad, de documento y mudarte para dejar el pasado atrás. Además me acordaba que en un momento me habías dicho que te querías ir y que alguien podía darte lugar, precisamente en la ciudad en donde te encontré. Pensé que por la diferencia de edad podías ser tu hermano, más allá de que era evidente de que no lo eras, pero tu nombre actual no tenía relación alguna.
Tenías una linda familia, por lo que diste a entender, y eras más viejo, en el que ahora eras,aunque tampoco tanto más, seis años. Habías envejecido razonablemente, de hecho estabas bastante más parecido al de hace trece años, que lo que yo, en el mismo período de tiempo. No es que solamente haya apelado a la memoria, sino que recurrí específicamente a una foto para corroborarlo. Por mi parte, mi vida había rodado de manera inconstante en ciertos aspectos, aunque no en otros. Lleva tiempo, sino la vida, en emparejar ciertas líneas como ser la familia, el trabajo y la vocación artística, y yo me había dejado llevar a veces por unas, resignando las otras, para finalmente llegar a la conclusión de que debía equilibrarlas y llevarlas a las tres juntas, por más difícil que pareciera, aún resignando  la velocidad de la marcha, por que sino colapsaba.
A vos, definitivamente te había podido la primer línea, y es comprensible que así fuera, por tu historia y por tu necesidad, que apenas dejabas esbozar en nuestras conversaciones. Parecías tener todo bastante ordenado, quizás a la fuerza, quizás por esa misma necesidad, aunque, a veces deberían darte ganas de soltarte y dejarte llevar por el impulso, eso también se notaba, cierta resignación detrás del orgullo, y un halo de humildad sobre este último.
Se me vino a la cabeza esa charla pendiente, sí, supongo que a vos también, pero tanto tiempo en el medio, una elipsis demasiado prolongada, lo volvía un tema inoportuno. Ninguno de los dos tuvo el coraje de  hablar del asunto. No nos ibamos a volver a ver, hubiese sido demasiado complicado, aunque en el fondo lo deseabamos, lo esperábamos.
La casualidad, si acaso existe, me llevo a encontrarte en otro lugar, como si hubieras aparecido para corroborar mis sospechas, sorprendiéndome de vuelta. Igual, seguiste así, mirándome, con la idéntica intención con la que nos habíamos visto por última vez hacía trece años, compartimos otros instantes eternos. Pero trece años era mucho tiempo, por otra parte, yo sabía que estabas muerto.
By Lumina





Atrapa el pez dorado - Meditación, conciencia y creatividad
Catching the Big Fish – Meditation, Counciousness and Creativity

            “Las ideas son como peces. Si quieres pescar pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas. Pero si quieres pescar un gran pez dorado, tienes que adentrarte en aguas más profundas. En las profundidades, los peces son más poderosos y puros. Son enormes y abstractos. Y muy bellos. Yo busco un tipo particular de pez importante para mí, uno que pueda traducirse al cine. Pero allá abajo nadan toda clase de peces. Hay peces para los negocios, peces para el deporte. Hay peces para todo. Todo, cualquier cosa, surge del nivel más profundo. La física moderna denomina a ese nivel campo unificado. Cuanto más se expande la conciencia, más se profundiza hacia dicha fuente y mayor es el pez que puede pescarse.”

Tenía dos horas sándwich entre una reunión y otra. Irme a mi casa para volver más tarde era una perdida de tiempo, así que, decidí, como ya se me había hecho costumbre, entrar a la librería El Ateneo, que estaba en la zona. Siempre ando con autores y libros en mi cabeza, una lista de libros a comprar, que nunca escribo, por lo que a veces no me acuerdo, y cuando los veo en la librería vuelvo a tomar conciencia de que era un libro que andaba buscando. Bueno, resulta que ese día me acordé  que había visto en algún lugar un libro de David Lynch. Cuando pregunté por el libro en el sector de artes, me mandaron a preguntar en el área de autoayuda, me pareció bastante raro, pero, no iba a ponerme a cuestionar el orden que llevarían en la librería. Ya una vez con el libro en las manos, me puse a hojearlo, parada frente a la estantería. Vale decir, que en la El Ateneo uno puede sentarse y tomarse un café, o simplemente sentarse en los cómodos sillones que hay. Pero bien, la cuestión es que el libro me atrapó demasiado pronto y no me dio ni tiempo siquiera a sentarme. Me devoré el libro, como en esos encuentros sumamente interesantes en que el tiempo se detiene, era como si lo escuchase en vez de leerlo (después lo escuché, y realmente sonaba tal cual que cuando lo leí), con ese tono calmo y claro con el que responde sus entrevistas. Además es un libro bastante breve, separado por áreas, de no más de tres o cuatro páginas cada una, lo que permite una lectura, selectiva y discontinuada, según el interés  Un interesante libro para adentrarse a la mente de un gran artista, que me hizo sentir identificada y abrigada por sus comentarios de los procesos creativos y de las posibilidades de producción, como así también, con sus experiencias acerca de la meditación trascendental. Lo que sigue son varios fragmentos del libro.

“Cuando empecé a meditar estaba lleno de preocupaciones y miedos. Me sentía deprimido y enfadado. A menudo descargaba esa rabia en mi primera esposa. Después de un par de semanas de meditación, mi mujer me preguntó qué pasaba. Me quedé un momento en silencio. Pero al final le pregunté a qué se refería. Y me dijo: "¿Dónde ha ido a parar la rabia?". Y yo ni siquiera me había dado cuenta de que había desaparecido. Llamo a esa depresión y rabia el Sofocante Traje de Goma de Payaso de la Negatividad. Es sofocante y la goma apesta. Pero en cuanto has empezado a meditar y bucear, el traje de payaso comienza a desintegrarse. Al final te das cuenta de lo pútrido que era el olor cuando empieza a desvanecerse. Luego, al disolverse, te sientes libre. La depresión, la rabia y la pena resultan bellas dentro de una historia, pero para el cineasta o el artista son veneno. Son como unas tenazas de la creatividad. Y si te aferran, apenas puedes levantarte de la cama, y mucho menos experimentar el fluir de la creatividad y las ideas. Para crear hay que tener claridad. Tienes que ser capaz de atrapar ideas.”


“Hace cincuenta años la gente decía que todo iba cada vez más rápido. Hace veinte años seguían diciendo que todo iba cada vez más rápido. Siempre lo parece. Y ahora todavía más. Es una locura. Cuando ves mucha televisión y lees muchas revistas, tienes la impresión de que el mundo entero pasa de largo por tu lado. Cuando estaba rodando Cabeza borradora (Eraserhead), película que tardé cinco años en acabar, pensaba que estaba muerto. Pensaba que el mundo habría cambiado radicalmente antes de que yo terminara. Me decía: "Aquí estoy yo, encerrado con esta cosa. No puedo terminarla. El mundo está dejándome atrás". Había dejado de escuchar música y, de todos modos, nunca veía la televisión. No quería que me contaran lo que estaba pasando porque al escucharlo me sentía morir. Hubo un momento en que llegué a plantearme fabricar una figura pequeña, de unos veinte centímetros de alto, del personaje de Henry y construir un decorado de cartón y limitarme a terminar la película en stop-motion. No se me ocurría otro modo de hacerla y no tenía dinero. Entonces, una noche, mi hermano pequeño y mi padre se sentaron conmigo en una especie de salón a oscuras. Mi hermano es muy responsable, como mi padre. Tuvieron una charla conmigo. Casi me rompen el corazón porque me dijeron que debía buscar trabajo y olvidarme de Cabeza borradora. Tenía una hija pequeña y debía ser responsable y conseguir un trabajo. Bueno, conseguí un trabajo: repartía el Wall Street Journal por cincuenta dólares a la semana. Iba ahorrando lo necesario para rodar escenas hasta que con el tiempo logré terminar mi proyecto. Y empecé a meditar. Jack Nance, el actor que interpretó a Henry, me esperó durante tres años, conservando su idea de Henry, manteniéndolo vivo. Hay una escena en la que el personaje de Jack está detrás de una puerta, pues bien, tardamos más de año y medio en rodar el momento en que la cruza y aparece del otro lado. Yo mismo me preguntaba cómo podía pasar algo así. Cómo pudo mantenerse la coherencia durante tanto tiempo. Pero Jack esperó y mantuvo el personaje. Hay una expresión que dice: "Fíjate en la rosquilla, no en el agujero". Fíjate en la rosquilla y haz tu trabajo, es lo único que puedes controlar. No puedes controlar nada de lo que pasa fuera de ti. Pero puedes entrar en ti y hacerlo lo mejor que sepas. El mundo no va a dejarte atrás. Nada garantiza que meditar y repartir el Wall Street Journal vayan a granjearte el éxito. Pero con concentración y meditación, aunque los acontecimientos de la vida externa sean los mismos, el modo en que pasas por ellos cambia y mejora muchísimo.”


“Un día tenía puesta la radio mientras trabajaba en El hombre elefante y escuché el Adagio para cuerdas de Samuel Barber. Me enamoré de la pieza para la última escena de la película. Le pedí a Jonathan Sanger, el productor, que la consiguiera. Y me vino con nueve grabaciones distintas. Las escuché todas y le dije que aquello no era lo que había escuchado por la radio. Las nueve estaban mal. De modo que compró otras distintas. Al final escuché la versión de André Previn y dije: "Es ésa". Estaba compuesta por las mismas notas que las otras, claro, pero Previn la hacía diferente. La música tiene que casar con la imagen y realzarla. No puedes limitarte a poner algo y esperar que funcione, ni siquiera aunque se trate de una de tus canciones favoritas de siempre. Esa pieza musical puede no tener nada que ver con la escena. Cuando casa, lo notas. El conjunto da un salto, pasa eso de que "el resultado es mayor que la suma de las partes".


“Sé fiel a ti mismo. Que resuene tu voz, no permitas que nadie la manipule. Nunca rechaces una buena idea, pero nunca admitas una mala. Y medita. Es muy importante experimentar ese Yo, esa conciencia pura.”

“En esencia, así es. No se empieza pintando. Primero debes sentarte un rato y esperar a que se te ocurra alguna idea para poder comenzar y realizar los movimientos correctos. Y necesitas tener un montón de materiales preparados. Por ejemplo, tienes que fabricar un bastidor para el lienzo. Preparar la superficie para pintar puede llevar mucho tiempo. Luego te pones manos a la obra. La idea tiene que bastar para ponerte en marcha porque, para mí, le sigue un proceso de acción y reacción. Es siempre un proceso de construcción y destrucción. Y luego, de esa destrucción se descubre algo sobre lo que se construye. La naturaleza juega un papel determinante en ello. Juntar materiales difíciles –como cocer algo al sol o emplear un material que se opone a otro– provoca una reacción orgánica. A continuación, es cuestión de sentarse a estudiarla, estudiarla y volver a estudiarla hasta que, de repente, te descubres saltando de la silla para pasar a la siguiente cosa. Eso es acción y reacción.
Pero si sabes que dentro de media hora tendrás que estar en alguna otra parte, no hay manera de conseguirlo. Por tanto, la vida artística significa libertad de tener tiempo para que pasen las cosas buenas. No siempre queda tiempo para otros asuntos.”

“Es un negocio peliagudo. Quieres hacer arte, pero tienes que vivir. De modo que necesitas un trabajo y en consecuencia a veces estás demasiado cansado para dedicarte al arte. Pero si amas lo que haces, vas a seguir insistiendo de todos modos. Yo he tenido mucha suerte. A lo largo del camino vamos encontrándonos con personas que nos ayudan. En mi vida ha habido muchísimas personas que me han ayudado a dar el paso siguiente. Y es una ayuda que recibes porque has hecho algo, por tanto, tienes que continuar en ello. Así que muchas de las cosas que me han pasado son resultado de la buena suerte. Pero yo diría: intenta encontrar un trabajo que te deje algo de tiempo; duerme suficiente y come poco; y trabaja todo lo que puedas. Se disfruta mucho haciendo lo que a uno le gusta. Quizás así se te abran puertas y encuentres un modo de dedicarte a lo que quieres. Confío en que así sea.”

Fragmentos de Atrapa el pez dorado de David Lynch, editado por Random House Mondadori, 2008.-

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Hay géneros que te encuentran.

“Esto es ciencia ficción, por supuesto. Pero viene de tu propio tiempo, de tu propio mundo, incluso de tu propia mente.
Todo lo que yo hago es manejar los símbolos.
La magia y la belleza vendrán de tu propio pasado, lector, de tu presente, de tus esperanzas y de tus experiencias.
Esto que lees puede parecerte extraño, pero en realidad está tan cerca de ti como tus propios dedos”.
Space Lords, Cordwainer Smith
Varias veces me han preguntado por qué me gusta la ciencia ficción, tan alejada de la realidad, cuando yo, personalmente (una vez que me conocen), no parezco una friki desconectada del mundo (sí, así con ese tono). Una pregunta inquisidora con un trasfondo de crítica hacia el género, asumiendo para sus adentros que la ciencia ficción es un escapismo de la realidad.
Puedo comprender el tono con el cual hacen a veces este tipo de preguntas, precisamente porque era una postura que yo antes solía compartir. Bueno, resulta que un día el género me encontró a mí.
Yo solía ser una de esas personas que no les gustaban para nada esos “escapismos de la realidad”, criticaba bastante el género, sin conocerlo, suponía que si había que mostrar algo o contar algo tenia que contarse con el mayor realismo posible, dar a conocer hechos, los hechos de la historia y/o de la cruda realidad. Claro que era una postura bastante inocente la mía, suponía que la historia era un relato de hechos que acontecieron en la realidad, hechos objetivos, sin suponer que la historia era una construcción y que dependía en gran parte, de quien la relatara. Así, intentar mostrar los “hechos” podía terminar siendo mucho más criticable que mostrar una explicita "versión" de los hechos. Pretender objetivar la construcción de la realidad, podía estar mucho más alejado de ella y hacer más daño que mostrar claramente una postura a través de una historia, en la cual, se dejase bien en claro que es una versión de los hechos. Entonces, a través de la máscara de una construcción ficcional, salía en última instancia un relato de hechos concretos, que ya de entrada, mostraban una realidad de fondo construida,  interpretada, idéntica a la que pretenden mostrar algunos documentalistas que se suponen objetivos.
No quiero decir con esto que todo documental encierre un engaño, sí creo  que hay quienes pretenden ser objetivos y resultan muy dañinos, o en todo caso, engañosos por cuanto  omiten, bajo su presunción de objetividad (sobre todo en los documentales de índole antropológica, social y/o cultural, incluyendo a los "informativos - noticieros"). En cuanto, al intento de acercamiento a  la realidad a través de un documental, podría aceptar alguna versión de cine etnobiográfico del estilo de Jorge Prelorán, el documental participativo, o lisa y llanamente el activismo o accionismo que explicita claramente sus intenciones. Todo lo demás entra en el género de la ciencia ficción en el sentido amplio del término, en donde entrarían muchos relatos que  presumen ser documentales o documentos.
Pero volviendo al punto de encuentro con el género, un día quiso el destino cruzarnos y modificar todos esos preconceptos y prejuicios que tenía hacia a él. Un loco amigo me regaló una edición de la revista El Péndulo, y si bien este amigo sigue hoy en día estando loco (cosa que el parece no asumir), fue muy interesante el haber tenido ese reencuentro con la ciencia ficción. Sus historias llenas de fantásticos mundos de ciencia, robótica, metafísica y de relaciones extrañas entre seres de diversos mundos se abrían con un trasfondo social sumamente complejo, allí se podía percibir una crítica y una exposición de la realidad compleja, ya sea, en relatos de viejos y conocidos autores del género, como contemporáneos a dicha publicación, un juego de códigos y de símbolos cruzados, concluyentes mitologías del futuro, para más que prevenir, predecir o presagiar acontecimientos delirantes, y que sirviera para  entender el presente y hasta para poder contar el pasado de alguna manera en que el autor pudiera salir ileso. Fue en esa asociación con la mitología, que siempre me había gustado, que encontré muchas relaciones que me hicieron dar cuenta de que el género no sólo podía utilizarse para mostrar la realidad, sino que lo podía lograr de una manera mucho más precisa, y que además, traía la posibilidad de anexar otras capas de realidad, que de otro modo difícilmente se podrían contar y/o comprender. Pero eso quedará para otro momento.
Por lo pronto aclararé, que si paso del género literario al del cine o audiovisual, es porque realmente los veo muy vinculados y porque el cruce de lenguajes es claramente parte de mi vida.

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Los diseñadores y sus caprichos tipográficos.

En una ocasión bastante poco frecuente, me encontré en un bar con tres diseñadores gráficos. Habiéndome vista varias veces necesitada de diseñadores para volcar mis contenidos me pareció prudente seguir escuchando la charla de la que claramente había quedado afuera.
La charla se había tornado en una crítica tipográfica, yo desde afuera presenciaba lo que podría llamarse el chusmerío de los diseñadores gráficos, de cómo odiaban a  Comic Sans y como Brush Script les resultaba algo repugnante. Mientras tanto, trataba de visualizarme algún sentimiento con respecto a las tipografías, pero no había caso, mientras los escuchaba, llegaba a la triste conclusión de que debería pertenecer al género de los insensibles tipográficos. Por otra parte, me preguntaba, si alguien me dijera “te odio” en  Comics Sans, yo debería tomármelo en chiste? o insultarlo por usar una tipografía tan desprestigiada?. No, ese no sería el asunto en cuestión.
Evidentemente para mí la tipografía podría llegar a ser el vestido de las palabras escritas, pero más allá de eso, no había mucho más que vacío e insensibilidad de mi parte al respecto. Claro que, un diseñador de modas me podría decir que el vestido, sería algo fundamental, sin embargo me imaginaba a una persona maravillosamente vestida que de pronto se ponía a hablar y que resultaba totalmente hueca. A lo que voy, sin contenido, y obviamente, por más lindo vestuario que se le pusiera, lo veía como algo totalmente detestable.
Seguía fuera de la charla, ya más que nada por una cuestión de que las tipografías que comenzaban a entrar en la conversación ni siquiera las conocía y no podía figurármelas en mi cabeza (ni aunque me las describieran o relacionarán con el texto de alguna edición impresa). Estaba asistiendo al chisme que escuchás acerca de alguien que ni siquiera conoces, pero que te tomas una vaga idea (totalmente desenfocada) de cómo podría ser aquella persona involucrada en el chisme, todo esto sin el más mínimo sentimiento o interés al respecto.
Acto seguido se me iluminó la seguridad de que para mí es mucho más importante el contenido que el vestido que lleven las palabras. Y en todo caso, el tono, el ordenamiento, la agrupación o dispersión en el espacio, el tamaño, eran mucho más próximas a mi sensibilidad con respecto al tema. Pero lo que me resultaba extraño era que esta cuestión no entraba en la conversación y a mi ese chusmerío vacío y superficial poco me interesaba, aunque quizás podría sacar algún provecho de ello, viendo el interés que generaba en mis compañeros.
Me fijé como estabamos todos vestidos, quizás eso me pudiera ayudar en algo. Sí, había un atisbo de que yo nada tenía que ver con el diseño, mi ropa omitía absolutamente cualquier suposición de diseño explicito. Si bien, me defino muy bien en la combinación de colores y texturas a la hora de combinarlos, es evidente que los agregados tipográficos o de diseño expliscito no están a la vista. Aunque tampoco se puede decir que fuera anodino. Siempre me disgustaron bastante esas remeras con textos con los cuales no me identifico para nada, es simple, no va conmigo, prefiero un color pleno, a una combinación pintorezca sin sentido. Por otra parte siempre tendré el consuelo de mi profesor de semiótica cuando una vez dijo aquella frase iluminadora, “El estilo es no tener ningún estilo” .
No esperaba que me preguntasen nada al respecto, por que, por otra parte, el aniquilamiento de una tipografía, no me interesaba en absoluto, ni siquiera se me había ocurrido pensar en algo como eso, aunque ahora que se me venía a la mente, me resultaba bastante cómico sino grotezco.


Creo que con las tipografías siempre había tenido más bien una relación utilitaria, en todo caso si me interesaba el estilo de la letra siempre era en relación al contexto en donde fuera a insertarse, y cada contexto abría un abanico completamente distinto de posibilidades. Poco le importarían a mis apuntes de un ensayo ser publicados en Times New Roman, o que fueran puestas en cursiva las citas. Y por más maravillosa que fuera la tipografía, lejos estaba de ser tenida en cuenta a partir de ello, su lectura o no lectura. En todo caso, el tamaño, el color, la ubicación en el espacio, y en relación con otros textos. Eso era lo que sí podría hacer en algún momento desviar mi atención, sin pensarlo demasiado, hacia un texto que aún pareciéndome menos interesante que otro, estuviese mejor ubicado.


Y llego el silencio, y la pregunta que yo no quería que me hicieran:
-Y a vos que te parece? - No sin el tono de buscar una aprobación global a cerca del tema de debate en cuestión.
- A mi la tipografía mucho no me interesa. Mi interés se centraliza en el contenido. No digo que no pueda haber alguna tipografía más deslucida que otra, pero creo que depende del contexto en que se la presente (caras de desaprobación y de ¡no entendés nada!). Bueno, es mi opinión, soy una insensible tipográfica si quieren, es que si a mi alguien me da un lindo envase de galletitas, pero sin nada adentro o con unas galletitas horribles, lo más probable es que por más lindas que sean las letras del paquete, van a quedar asociadas en mi mente con algo desagradable. No sé, mejor no me pregunten, Por que me preguntan, si les incomoda mi opinión?
- La cuestión es que “el tema y contenido” de lo que estamos hablando es el de las tipografías.
- La sensiblería tipográfica no me incumbe a mí. No es que no aprecie sus opiniones al respecto, pero estoy algo separada de ese sentimentalismo o aniquilamiento tipográfico. Igualmente es interesante que puedan llegar a un acuerdo. Aunque, aún cuando hayan definido descartar ciertas tipografías que les resultan obscenas o bochornosas, podrían usarse en la revista para temáticas de similar clasificación.
Lo digo, si es que la opinión que tienen es generalizada, yo, es claro que no estoy al tanto, y que debatir este asunto me parece surrealista en esta fase del proyecto, pero supongo que ustedes que saben, van llegar a la conclusión de cual sería la mejor opción.
-Sos una hereje, no podes decir eso.
-Seré, seré. Menos mal que están ustedes para no permitirme cometer aberraciones y ser aniquilada cual tipografía en desuso, denme tiempo.
Trajeron los tragos.

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 Fuente:ffffound


Typographunnies es una página dedicada a chistes tipográficos, para que los no diseñadrores comprendan la que tuve que pasar, mientras tanto yo me seguiré alfabetizando en el asunto para dejar de ser una insensible tipográfica.

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